Viaje a Hawai el paraíso de los turistas
En medio del Océano Pacífico emergen las islas de Hawaii, cada una es única, guarda sus propios misterios entre ríos de lava y bosques tropicales. Como especial tradición las flores son siempre el regalo de bienvenida para todos los visitantes y turistas que viajan a las islas.
Este paraíso cuenta con seis islas principales, destino turístico por excelencia: Oahu, Maui, La Gran Isla de Hawaii, Kauai, Molokai y Lanai. El espíritu “Aloha” se vive en todas las islas, es una hospitalidad inusual que envuelve a los visitantes y los acoge cálidamente, una manera de vivir informal y tranquila en medio de playas y selvas, sin prisas y con la seguridad de que todos los días el agua seguirá cristalina y el sol seguirá en lo más alto.
Hawai un lugar privilegiado para el Surf
He observado el curioso ejercicio acuático, que realizan sobre planchas de madera los nativos…lo denominan CHOROEE.
Esto fue lo que escribió el capitán James Cook en su diario cuando vió a los hawaianos practicar surf en el año 1779. La extrañeza es lógica ya que los marineros de aquella época no sabían nadar y ver como los indígenas se deslizaban haciendo piruetas sobre una madera debía ser sorprendente.
El surf se inició en Hawaii hace muchos años, hay grabados en lava y canciones datadas antes de nuestra era así que algunas hipótesis aseguran que apareció mucho antes en Polinesia pero está sin confirmar, se sabe que el surf formaba parte de un sistema de leyes llamado Kapu que favorecía a los miembros de la realeza y que les permitía practicar este deporte para conseguir fuerza y agilidad y así gobernar con sabiduría. El Kapu observaba también cómo debían construirse las tablas y los materiales, y esto dependía del estatus, igual que el número de maderas que tenía cada persona.
El surf y sus rituales continuaron su popularidad hasta 1820, cuando los misioneros de Nueva Inglaterra llegaron a Hawaii y por su ignorancia creyeron que el surf era un acto hedonista y una pérdida de tiempo, lo vieron como un deporte de fuertes connotaciones sexuales, ya que lo practicaban semidesnudos, así que predicaron en contra de su práctica y casi la prohibieron, igual que la danza Hula.
A final del siglo XIX el deporte había desaparecido y sólo se practicaba en algunas regiones, hasta que en 1905 apareció la figura de Duke Kahanamoku, que se reunía para surfear con sus amigos en Waikiki. En 1907 George Freeth, hawaiano descendiente de irlandeses, fue invitado a California para realizar una demostración de surf en la inauguración de una línea férrea, causó tanto revuelo que inició una revolución en el mundo del deporte y el número de aficionados que empezó a practicarlo se disparó.
A partir de ese momento muchos surfers californianos se desplazaron a Hawaii para poder deslizarse sobre lo que se sabía eran las olas más grandes del mundo y se perfilaba un estilo de vida que todos adoptaron y que el surfer Greg Ambrose definía así:
“Para surfear se necesita una actitud un poco loca y una irresponsabilidad y despreocupación por la seguridad personal”
Fue esta adicción a la sensación de peligro, asociada con las grandes olas, la que revolucionó y aumentó la popularidad de este deporte, al que podríamos llamar el primero de los deportes extremos. Miles de jóvenes se desplazaban a las playas popularizando un estilo de vida colorido, despreocupado y radical, que festejaban en grandes fiestas.
La cultura del surf se expandió a la música y al cine, y aunque no han vuelto esos días en los que el surf estaba ligado a la vida, algo muy especial se ha ido transmitiendo entre los practicantes de éste deporte. Sienten que el surf es algo más que un deporte, mezclándose sensaciones interiores y naturaleza, soledad y gentío, fuerzas internas y fuerzas universales. Estos surfistas del siglo XXI continuan sintiendo en su interior, como los primeros hawaianos, una dedicación y obsesión hasta irracional cuando en el mar despuntan esas olas.
La tierra y el mar están vivos en estas islas
Los habitantes de Polinesia navegaron miles de kilómetros a bordo de sus canoas de madera, mucho antes de que Colón descubriese América llegaron a las islas hawaianas llevando con ellos semillas y plantas, allí encontraron un pueblo que vivía de pescado y fruta, taro y cocos, y siguieron navegando por aquellos mares entre las islas Marquesas y Tahití. Casi en el siglo XV los viajes cesan y los hawaianos continuaron su vida en soledad, pescaban y cultivaban en la fértil tierra volcánica hasta que en 1778 llega a sus costas el capitán británico James Cook trayendo consigo enfermedades y una serie de disputas entre los isleños y los británicos que se alargaron muchos años.
Todas las naciones se disputaban la propiedad de aquel reino y en 1900 América reconoció su valor estratégico y lo añadió a sus estados continentales. A partir de ese momento Hawaii empezó a recibir la influencia de las migraciones que venían de Japón, Corea, Portugal…gentes que llegaban a las islas para trabajar en las grandes plantaciones de azúcar y que han conseguido que este archipiélago sea una fusión de culturas diferentes en una sola.
El arte y la cultura se han mantenido hasta nuestros días
Hawaii es un escaparate al mundo de color y tradición, es una tierra virgen y rica que ha sabido evolucionar sin perder su esencia cultural. Todavía hay valles desconocidos, cataratas, acantilados llenos de vegetación exuberante y vida salvaje en sus aguas. Quizás su nacionalidad no fue elegida pero han sabido mantener el sonido de los ukeleles y recopilar una historia propia que los diferencia y los corona como reyes de las olas y del viento.